El zapping de Zapatero


Tras el letargo y la paranoia, ahora más que nunca se precisa el liderazgo del presidente.

11 de febrero de 2010; Traducción del artículo publicado en The Economist (http://www.economist.com/opinion/displaystory.cfm?story_id=15498241&CFID=107885400&CFTOKEN=24308921)

Si Grecia ha quebrado, ¿le sigue España muy de lejos? España, con un tamaño más de 4 veces superior al de Grecia, ha recibido por parte de los inversores casi la misma atención indiferente. Este mes, la Bolsa de Madrid se ha hundido y se ha incrementado la prima por riesgo en las obligaciones del Estado español (véase el artículo). Los asesores de José Luis Rodríguez Zapatero, el primer ministro socialista, afirman que España no es sólo víctima de un ataque especulativo sino también de un complot liderado por "la prensa anglosajona" con la finalidad de destruir el euro.

A este disparate, la respuesta es: ¡madura! Es cierto que España no es Grecia. Su deuda pública, en relación con la dimensión de la economía, es inferior a la de Gran Bretaña o los Estados Unidos. No ha tenido que avalar a sus bancos y el temor al contagio financiero ha dotado de volatilidad inexplicablemente a los mercados. No obstante, existen buenas razones para que los inversores se preocupen de España. Cuenta con la tasa de desempleo más alta de Europa (19,5%); además, una economía todavía en recesión que no crecerá de forma apreciable hasta el próximo año y con un déficit fiscal que se disparó en un 11,4% del PIB el año pasado, ya que la recesión recorta los ingresos fiscales y obligó a gastar más en los desempleados. Si no se vuelve con prontitud a una situación de crecimiento, la deuda pública resultará insostenible.

Para empeorar las cosas, el Sr. Zapatero parece incompetente. Fue un líder popular en los tiempos de las vacas gordas durante el boom prolongado de España. Sin embargo, fracasó por no ver venir la crisis. Cuando reconoció ya tarde que la economía tenía problemas, realizó un mal diagnóstico de la situación: una recesión procedente de fuera que había de dejar pasar sin peligro. Continuó repartiendo el dinero público y subiendo las pensiones y salarios del sector público a la vez que rehuía de la reforma. A lo largo del mes pasado, los mercados se han dado cuenta de que si sigue con esas medidas, irán a la ruina. Los mercados van un paso por delante del gobierno, que reaccionó con una temblorosa confusión y lanzó de repente un plan de austeridad y un proyecto de reforma poco claro del mercado laboral con el único propósito de tratar algo de cada cosa tras las primeras voces de protesta.

Muchos de los problemas de España se originan en casa. El boom confiaba en la burbuja inmobiliaria y en las bajas tasas de interés que vinieron con el euro. El crecimiento tendrá que basarse ahora en las inversiones en otras partes de la economía y las exportaciones. Pero en relación con el resto de Europa, España se ha convertido en una economía de alto coste y de baja productividad. La indexación salarial ha provocado que los negocios sean poco competitivos. Los planes generosos de indemnización desaniman a las empresas a la hora de contratar trabajadores y han generado un mercado laboral de doble capa y un desempleo masivo. Aquellos años de comprar a los gobiernos autonómicos con dinero y transferencias de poder exageradas tiene como consecuencia que el gobierno central ahora sólo controla un 50% del gasto, mientras que los negocio tienen que escalar “sierras” de legislaciones que se solapan.

Un pacto nacional de reforma y crecimiento

Se necesitará más de una decisión del ejecutivo para restablecer el crecimiento y hacerse con la responsabilidad para comenzar a vencer el déficit una vez que la economía resucite. Para reformar el mercado laboral, la economía y el gasto público, España debería tomar ejemplo de Alemania, o precisamente de su propia transición a la democracia a finales de 1970, con un pacto nacional que implique a los sindicatos, la patronal y todas las partes principales. Un expresidente socialista, Felipe González, fue capaz de llegar a ese arte de gobernar. Pero el Sr. Zapatero ha ofrecido tan sólo remedios tácticos para aplacar a los sindicatos, los presidentes autonómicos y ahora al mercado colapsado. Sólo dispone de unos cuantos meses para mostrar que puede adoptar decisiones radicales requeridas para prevenir años de estancamiento, que podría desencadenar en un desorden social que él teme. Retrasar el dolor, sólo puede empeorar las cosas. Si no puede encontrarlo en sí mismo para empezar a liderar, puede que muchos de su propio partido al igual que los ciudadanos españoles de a pie se pregunten qué pinta en la Moncloa.